¿Qué pensar cuando, en el momento justo que buscas respuestas a preguntas, cae en tus manos, como por arte de magia un regalo de un ser querido, que viene a abrirte los ojos ante esas inquietudes, que un tiempo atrás creías tener seguras, en tus conocimientos?.
Me dedico a las artes marciales desde 1983, y a la enseñanza del taekwondo desde el año 2000; a parte, mi vida está entregada a la docencia de la educación física y el deporte; por lo que llevo viviendo este proceso mucho tiempo, y exprimiendo cada instante de cada entreno, de cada clase, de cada campeonato…. Resumiendo, vivo el taekwondo en su plenitud, y tras leer el libro que les voy a presentar he sentido la necesidad de compartir con ustedes mis reflexiones al respecto de algo que estamos perdiendo en el taekwondo, y que no es sino su esencia.
El libro en cuestión, habla de los aprendizajes; que un alumno anónimo, exitoso en su sector, ajeno al taekwondo; tiene de la vida, a través de la interpretación de las actitudes, traducidas a veces en frases cortas, que su maestro de taekwondo tiene para dar solución a situaciones en el dojang, que no son sino parábolas de la vida misma.
El maestro, no es otro que el gran Jae Won Kim, quien en los años 70 introduce el taekwondo en España, llegando a dar clase al mismísimo monarca Juan Carlos I. Por sus clases pasaron los mejores taekwondistas madrileños de la primera época, y fue referente para todos los maestros de Castilla, a quien pertenecía Madrid en aquellos tiempos.

Jae Won Kim vivió por para el taekwondo, y falleció dando clases hasta sus últimos días, marcando de por vida, a todos los que pasaron por sus manos.
Sin embargo, el Gran Maestro Kim, permaneció ajeno a las competiciones, los campeonatos, los premios…. Todo esto no le interesó nunca ni lo necesitó para tener cientos de alumnos en sus clases, a pesar de ser la academia de taekwondo más cara de Madrid.
Siempre pensé, por qué, si no tenía campeones, tanta gente quería aprender taekwondo allí, y nunca encontré respuesta, hasta que conocí a una de sus últimas alumnas, y sentí el amor al taekwondo que en ella había inculcado en muy poco tiempo, basado siempre en una coherencia equilibrada entre la búsqueda de la mejora deportiva y la humana, sin necesidad de buscar comparativa externa y sin depender de estereotipos o aprobación social, simplemente basada en una relación humana a través del arte marcial.
Esta influencia y la forma tan sencilla y a la par tan bella de ver el taekwondo, me ha quedado clara, tras leer el breve, pero ilustrador libro: “Conversaciones con mi Maestro” de Alberto Sols (2020. Editorial Amazon).
En la lectura de este relato, y modo de mini cuentos, el autor expone sus vivencias en el dojang de la Colonia del Viso, y cómo la actitud del gran maestro, siempre cercana y constante, y llena de ilusión por lo que hacía; marcó en él unos valores que han conducido su vida a ser lo que hoy es según él.
Cada gesto, que seguramente el señor Kim, hizo de forma espontánea, cada palabra que dijo, desde su sentido común, cada explicación, cada demostración…. Nada de ello tuvo que ser ensayado. Fue dirigido por una convicción natural en su vocación docente, en su creencia de que a través del taekwondo se puede educar a las personas, para hacer una sociedad mejor.

Esto es lo valioso, esto es lo importante; y esto es lo que estamos olvidando en nuestros días.
Hay que programar las clases, los entrenamientos, las competiciones. Hay que tener muy claro lo que queremos y podemos conseguir que nuestros alumnos logren, pero siempre con el marco referencial de cómo queremos que lo logren, y teniendo en cuenta, que esto moldeará su carácter y así serán. Los maestros somos directamente responsables de lo que nuestros alumnos perciben del taekwondo.
Y claro, para ello necesitamos maestros profesionales y vocacionales, que no piensen en destacar ellos; ni siquiera sus alumnos. Necesitamos maestros que busquen la mejora personal del alumnado a través del conocimiento de su persona a través del taekwondo, sin límites, sin prisas, adaptándose a cada alumno y alumna, a sus necesidades e inquietudes, no haciendo cribas, ni despreciando a nadie.

Si entendemos esto, lograremos que el taekwondo sea una herramienta socioeducativa para mejorar nuestra sociedad, desarrollando campeones y campeonas olímpicas; pero también personas anónimas cómo Alberto que rondando los sesenta años, hacen un alto en el camino, para contarnos cómo su maestro guió su vida y la marcó para bien.
